Por Defecto Danza | Después del 8M
No quiero poner en escena la aburrida vida real, si no investigar de qué manera se ponen en escena conceptos de la vida común, dotándolos de características extraordinarias, para que ocurra la ficción, pues me interesa el misterio, y creo profundamente en la reflexión que se produce al dejar secretos.
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Después del 8M

Danza y feminismo

En un arte tan feminizado la discusión feminista tiene todos los matices del violeta. No hay hombres, o no son tantos, pero créanme que igual no es fácil el debate.

por Ana Carvajal

El 8 de marzo tenía función de Háptico en Matucana 100, y la suspendí. Fue en apoyo a la huelga, pues me siento feminista y como todas he tenido que encontrar la manera de funcionar en el modelo imperante.

Sin embargo, en mi casa, a la hora que iba a realizarse la función, me pregunté por el sentido del debate feminista en un arte tan, pero tan feminizado como la danza, en el que la inmensa mayoría de los cultores, somos mujeres.

Lo primero que se me ocurrió es que debe haber una relación entre lo feminizado de la danza y la invisibilización de la misma. ¿Será que como somos casi solo mujeres es por eso que nos ven tan poco?

La danza es un arte cuya belleza, en buena medida, es porque prescinde de la palabra. Al menos en escena. Y eso hace que sea más difícil entrar por el lado izquierdo del cerebro, el racional.

Con esto no quiero decir que lo racional es masculino, y lo emocional es femenino. No. Con esto quiero decir que la danza es un arte que tiene una característica que siempre lo va a hacer más pequeño que el teatro, por ejemplo, así como la poesía tiene menos seguidores que la novela.

Más allá de eso, en lo concreto y por las razones que sea, la danza atrae más mujeres que a hombres, y estoy convencida de que eso nos invisibiliza.

No existimos para la sociedad porque somos un gremio femenino. Pasa como en la salud, donde los créditos y los nobel se los llevan los médicos, mayoritariamente varones, mientras que el trabajo duro y muchas veces la verdadera recuperación de los enfermos, corre por cuenta de las enfermeras.

Me impresiona mucho relacionarme con gente culta pero que jamás ha asistido a una obra de danza contemporánea y que aún no entiende las complejidades y cambios de su lenguaje. A pocos le importa lo que hacemos y eso es desolador. No saben dónde instalarnos. Nos ponen apellidos como danza teatro” o danza “performance” o derechamente “teatro físico”, porque simplemente no les cabe en la cabeza de que la danza a secas sea capaz de ofrecer un espectáculo de artes escénicas sólido, complejo, con múltiples lecturas y consistente. “Si es danza, ha de ser unas niñas lindas que levantan la patita hasta arriba”, me parece escuchar en las mentes de muchos.

Claro, la televisión prefiere un tipo de danza masiva de espectáculo y en los colegios las clases de danza -si las hay- son realizadas por profesores de educación física. La danza es aceptada siempre y cuando les parezca linda y entendible, es por eso que el ballet es tan aceptado. Además sirve para mantener la idea romántica de un cuerpo femenino leve, frágil y delgado en busca de un príncipe. El ballet es nuestra barbie y a mi me encanta, pero no es lo único que existe.

Y vuelvo al principio ¿Y todo esto no será también porque a la sociedad machista le cuesta aceptar a la mujer artista?

De todos modos, la danza tiene una ventaja inigualable para la discusión feminista. “Llegó el matriarcado”, y bueno, las cosas funcionan de otra manera, pero la verdad es que no siempre funcionan bien. O sea, no porque seamos mujeres somos infalibles.

Es más -y lo que voy a decir va a sonar impopular- pero, desde mi punto de vista, somos un gremio que funciona pésimo. Peleamos y pelamos bastante. No somos capaces de agruparnos en luchas unificadoras. Sororidad, mis polainas, salvo para actividades caritativas, algo demasiado común para un gremio tan empobrecido.

Además, este matriarcado -como el de la serie la Casa de Papel- dura poco si es que ingresan hombres con un mínimo liderazgo. Es impresionante como rápidamente los colegas bailarines se toman la discusión. Claro, como son pocos tienen una ventaja objetiva de mercado, pero también hablan más fuerte, hablan más. Hablan.

No quiero ser injusta. También hay colegas hombres encantadores que se pliegan a esa cosa más amable de los matriarcados, donde las liderezas no son tan ásperas como sus colegas varones. Pero no hay que llamarse a engaño: cuando mandan las mujeres es más o igual de intenso, solo que de otro modo. Y sí, también hay abusos y maltratos en los desbalances de poder. No se necesita ser hombre para eso.

Estudié hace bastante tiempo danza y hago clases actualmente. Y creo que aún hay prácticas en la formación profesional y no profesional, en las que se humilla, denigra, acosa y hostiga a las estudiantes por sus capacidades. He escuchado más de alguna vez la idea de que algunas “nunca van a bailar”. Y miro para atrás y reviso que en mi formación muchas veces estuve presente cuando algunos profesores y profesoras, indistintamente, abusando de su poder en el aula, trataron mal a alguna compañera por sus capacidades físicas o desempeño en alguna técnica. Debo decir que siempre eran mujeres las víctimas, a los hombres jamás se les decía algo.

Considero importante que podamos nosotras empezar a decir si alguna vez nos hemos sentido incómodas o menoscabadas en alguna situación formal en danza, pues eso permitiría un cambio y discusión. Eso independientemente de que quien abuse no sea un hombre, porque las abusadas somos siempre mujeres. Me pasó y callé, y de verdad quisiera que ninguna colega pasara por lo mismo.

La danza es una formación muy fantástica, el movimiento produce placer, el movimiento nos hace sentirnos vivos y la formación entonces debiera ser una fiesta, pero ese gusto empieza a teñirse de mucha angustia si sabes que nunca vas a conseguir lo que quieres o lo que los otros quieren de ti. ¡Y eso es tan, pero tan propio de lo que pasa a las mujeres en general!

Finalmente quiero homenajear a mi compañera de curso de la escuela de danza Claudia López, asesinada por la espalda un 11 de septiembre de 1998 por Carabineros. Este lunes la organización Coordinadora 8 de Marzo presentó el “Plan de Red de Mujeres” y bautizó la estación de metro Vespucio Norte con el nombre de Claudia López, fue un gesto muy lindo, que ganas que algún festival o alguna sala tuviera tu nombre. Ella no murió por levantar la voz feminista sino por otras causas políticas, pero no puedo dejar de pensar en ella y lo feliz que habría estado ayer.

foto de la página coordinadora feminista 8M